“Estamos interconectados con los otros, en la medida que nuestro cerebro está conectado con sus neuronas”

INTRODUCCIÓN
El postmodernismo y su correlato la corriente globalizadora, han impregnado el ámbito cultural del mundo, irrumpiendo sobre los procesos estéticos, culturales, económicos y dentro de cada rincón de la actividad humana.
La medicina como actividad humana no se haya al margen de estos procesos de cambios estructurales en la manera de ver y pensar los procesos de salud/enfermedad.
El modernismo la tiñó con toda su influencia racionalista y cientificista, con la certidumbre de que todo era posible y que llegaríamos a una “edad de oro” en que el hombre viviría cien años, en un paraíso sin enfermedades y sin enfermos; donde la tecnología al servicio del hombre sería la panacea universal para todos los males, llegando en forma universal y sin riesgos a todas la poblaciones.
Hoy en día el panorama es desolador, no sólo que la tecnología aplicada a la medicina no llegó en forma universal a la población sino que nuevas patologías amenazan las mismas estructuras económicas de los países en vías de desarrollo. El SIDA y otras “enfermedades urbanas” como la drogadicción y las enfermedades de la marginación social han penetrado con fuerza en los esquemas de salud pública.
La declaración de Alma –Ata en 1978 “Salud para todos en el año 2000”, se corresponde a un elemento ejemplificador de las utopías bosquejados por el pensamiento modernista. Hoy en día los objetivos de esta declaración son a duras penas alcanzados solo por los países desarrollados.
Un ejemplo clásico del influjo de la modernidad en la medicina lo constituye la propia definición de salud dada por la OMS (1947): “La salud es un estado de completo bienestar biológico, psicológico y social y no solamente una ausencia de enfermedad”. Esta es una definición que marca una meta y también una utopía: es tan ideal, que según esta definición estamos todos enfermos, ¿Alguien puede asegurar que está siempre en un estado de completo de bienestar?. Es por demás simplista, definiendo la cosa por lo que no es: “la ausencia de enfermedad”, esto sería parangonar a definir el amor “como la ausencia de odio” siendo que el amor es mucho más que una ausencia.
Los movimientos posmodernistas cuestionan la creencia ultérrima en los valores de la ciencia y al racionalismo que se originaron en la Ilustración. Lo “moderno” se manifiesta con la Ilustración del siglo XVIII, y con el advenimiento de la Revolución Francesa y las Revoluciones Emancipadoras de continente americano. La idea del “progreso continuo” y que la Humanidad podía desarrollarse indefinidamente si el hombre llega a entender las leyes físicas, biológicas, psicológicas, históricas y económicas. La realidad, es una “realidad objetiva” explorada por el mundo de los sentidos e indagada por el procedimiento de las ciencias físicas, aplicando el método cartesiano en que la hipótesis debe ser comprobada o rechazada por el “experimento”. En este contexto el hombre es explorado desde la realidad física, eludiendo su dimensión espiritual y subjetiva, de este modo el hombre se transforma en una máquina biológica que se estudia desde el mismo nivel que las ciencias físicas. Mediante el control de las fuerzas naturales y a través de la ciencia y la tecnología se alcanzaría una mayor comprensión del mundo, lográndose el progreso moral de los pueblos y la felicidad de los seres humanos.
El postmodernismo acaba con las ilusiones de la modernidad, algunos pensadores radicalizados piensan a la objetividad como una ilusión y aquello que se observa como realidad objetiva es tan solo una representación de la realidad, la descripción que debemos tener en cuenta es la de una realidad subjetiva de la que depende también la propia subjetividad del observador.

 

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